¿Recuerdas lo del robo de cobalto? Al parecer han habido casos similares desde entonces. Cinco en lo que va del año. No sé, hay algo perturbador en esa acción. O sea, es muy fácil reírse de eso, ¿no? Esos imbéciles no tienen idea de lo que están haciendo, pero ¿quién sí? ¿A quién le importa lo que pase después?
Me parece que la tecnología funciona así: alguien tiene una idea brillante, ¿no?, producto de muchísima investigación, años de desarrollo. ¿Movidos por qué? Simplemente por la obsesión de entender. Entenderlo todo. Darle un sentido lógico a la aparición de las cosas. Ordenar, medir, distraerse de la insoportable incertidumbre, estrecharla hasta hacerla aceptable. Luego, esa idea brillante es simplificada hasta que puede ser usada para generar algo, digamos, funcional. He platicado con estudiantes de física y biología y así. Generalmente tratan a toda costa de tomar distancia entre ellos y sus objetos de estudio. No ser influidos por cuestiones humanas. Realmente les importa un carajo lo que pase con lo que encuentren. ¿Sabes? Con tal de seguir buscándolo, trabajarán para quien sea. Esa se me hace una idea brillante: hacer que alguien piense que hace lo que hace por que él lo decide, bajo sus propios términos. Es una forma eficiente de manipulación, invisible al ojo objetivo. Cada quien, ¿no? Pero los científicos, ellos generan lo que acaba determinando las posibilidades de, digamos, todas las demás personas, de una forma u otra.
Aquí es donde aparece el viejo debate de la humanidad: están los conservadores, luchando por mantener o reparar un sistema de valores que se ha mantenido más o menos estable hasta el momento; y los transgresores, que tratan de desplazarse hacia terrenos desconocidos, llevándose a todos con ellos. Ambas son posturas fallidas.
Por un lado: ningún objeto puede ser conservado, porque se encuentra en un sistema dinámico. Esto es, un objeto está inmerso en un espacio que siempre está cambiando y un objeto siempre va a aparecer de forma diferente, porque el que especta también es un objeto anclado a un espacio cambiante. Por otro lado: saltar hacia terrenos desconocidos, rompiendo las barreras de lo permitido, acarrea el problema de ser contraproducente, autodestructivo. Como experimentar con bacterias, jugar con códigos genéticos o robar cobalto. Lo mínimo que podría hacer uno ante esta encrucijada, ya que la ha visto, es reconocer su posición y decidir hacia qué lado desplazarse, sabiendo, claro, que las decisiones están predeterminadas y el espacio, pre-comprendido.